

Jamás has conocido un perro tan inteligente como Simón.
Él piensa que es humano.
Cuando me lavo los dientes, él también se los quiere lavar.
Cuando veo televisión, él también mueve sus ojos.
Es como si entendiera todo lo que está pasando en la pantalla.
Una noche, cuando veíamos un partido de football.
Alguien toco la puerta.
Era mi amiga Camila.
Era bueno verla. Nos saludamos alegremente.
Pero Camila no saludó a Simón.
¡Se me olvidó presentarlos!
Simón estaba acostumbrado a saludar a ofreciendo su pata.
Estaba molesto.
Nos fuimos a sentar, pero antes de que le pudiera ofrecer una silla a Camila ¡se sentó en la silla de Simón!
El perro no iba a tolerar estos disparates. Pero no me dio tiempo de corregir la situación.
En un parpadeo salto al regazo de Camila y le comenzó a ladrar, mirándola fijamente a los ojos.
¡Simón estaba bravo! Camila estaba confundida.
Yo actúe con rapidez y baje a Simón de su regazo.
Pero desde ese día Camila no ha vuelto a venir a la casa.

