

Con el gran triunfo en la justa, la reina Ginebra le entregó a Lancelot su pañuelo azul y le regaló su más dulce mirada. Al regresar al reino de Camelot, el rey Arturo le agradeció a su más audaz
caballero y le dijo a la reina: _Mi amada Ginebra, he estado preocupado por ti y he enviado a mis mejores caballeros en tu búsqueda pero todos fueron derrotados. Ante mi angustia he llamado a
Lancelot porque era el único que podia salvarte de Meleagante. Con tu ausencia mi corazón dejó de latir. Ahora que estas aquí, mi amada reina, más amor siento por ti. La reina Ginebra le dijo: - Mi
querido rey Arturo, he estado triste por no verte. Lancelot ha sido un gentil y valiente caballero rescatándome y le he entregado mi pañuelo azul que tenía las lágrimas derramadas sin ti.
El amoroso reencuentro entre el rey Arturo y la reina Ginebra enfureció a Lancelot que decidió marchar del reino de Camelot para no regresar. Mientras cabalgaba por el bosque, se encontró con el
mago Merlín que luego de escuchar lo sucedido pensó que ya era hora de decirle que el malvado rey Claudio, primo del rey Arturo, había despojado a sus padres de su propio reino. Lancelot decidió
luchar por recuperar su reino y sus tierras. Se enfrentó al hijo del rey Claudio y sus caballeros hasta lograr recuperar la corona de su padre. El ahora rey Lancelot, en los salones de su reino, miró
a través del anillo la cara de la doncella que le había mostrado los dos caminos que lo conducirían hacia su reina y descubrió cual era su destino. Salió en busca de la doncella por el camino más largo,
que era el Puente bajo el Agua. Cuando cruzó el puente se encontró a la dulce doncella. El rey Lancelot la miró a los ojos y le confesó su amor y cuando quiso pedir su mano, ella le recordó
al rey Lancelot que su padre era un hombre justo, que le había dado su mejor caballo y su mejor armadura. Que su padre era el buen rey Baudemagus, quien aceptó feliz la gran boda.

